En diferentes ocasiones, hemos tratado las emociones en el aula a partir de cuentos, como menuda rabieta. Estamos aprendido a controlar o expresar aquellas emociones como la ira, la rabia, el enfado incontrolable.... En ocasiones pueden herir a las personas que nos rodean y nos quieren. Otras podemos actuar como un huracán que destroza todo lo que encuentra a su paso.
Las consecuencias de no controlar o no expresar correctamente aquello que sentimos, son negativas para nuestras relaciones con los demás rostros mismos.
Para facilitar que lo entiendan, hemos hecho un pequeño experimento. En un recipiente cerrado hemos mezclado agua y brillantina roja. Al agitar el vaso, la brillantina se revuelve, se extiende, incluso parece envolver a todo lo que rodea. Así actúa nuestra rabia, avasallando y arrollando todo lo que encuentra a su paso, incluido los sentimientos y emociones.
Las consecuencias de no controlar o no expresar correctamente aquello que sentimos, son negativas para nuestras relaciones con los demás rostros mismos.
Para facilitar que lo entiendan, hemos hecho un pequeño experimento. En un recipiente cerrado hemos mezclado agua y brillantina roja. Al agitar el vaso, la brillantina se revuelve, se extiende, incluso parece envolver a todo lo que rodea. Así actúa nuestra rabia, avasallando y arrollando todo lo que encuentra a su paso, incluido los sentimientos y emociones.
Pero cuando paramos de agitar el recipiente la brillantina se termina posando, calmando. Eso sucede con nuestros actos, al calmarse la ira que sentimos. Pero a diferencia, del experimento la ira que mostramos tienen consecuencias peores que la brillantina inunde todo el recipiente. Podemos hacer daño a las personas que queremos y a nosotros mismos.
Dejaremos el bote en la asamblea a la vista de todos, para recordar la experiencia.